Petro reconoce de facto a Maduro
Debemos entender que, para obtener la paz, generar prosperidad en la región y proteger la democracia en Colombia, Venezuela debe ser libre.
09:58 a. m.
La pasividad diplomática de Colombia, México y Brasil terminó siendo el apoyo indirecto más importante que Nicolás Maduro y su régimen criminal pudieron recibir para continuar en el poder.
Una complicidad vergonzosa y antidemocrática que ha logrado, inclusive, enterrar la conversación sobre las graves violaciones de derechos políticos y humanos que ocurrieron antes, durante y después de las fraudulentas elecciones del vecino país.
El gobierno del "Cambio", en especial los nostálgicos chavistas que hoy ejercen altos cargos en el mismo, convalida con sus acciones y silencio la consolidación en el poder de Maduro.
Todo inició con la asistencia de un diplomático a la posesión presidencial en Caracas. Le siguió la visita oficial del entonces ministro de Defensa, Iván Velásquez, y, hoy, ambos gobiernos hablan de combatir de manera conjunta al ELN, de declarar el Catatumbo en crisis humanitaria con alcance binacional y de crear una zona económica especial.
Pregunto: ¿Tener relaciones comerciales, diplomáticas, de defensa y humanitarias no constituye un reconocimiento de facto del régimen de Maduro? ¡Por supuesto que sí!
Dicho reconocimiento es, a su vez, un golpe mortal para la oposición venezolana, que verá debilitado con el tiempo su reclamo, ahí sí legítimo y comprobado, sobre la ocurrencia de un fraude electoral.
A todo esto se suma un gobierno estadounidense que, por ahora, mantiene una postura moderada con respecto a Maduro, al punto de haber negociado la liberación de presos políticos y tan solo haber anunciado la posibilidad de suspender la compra de crudo.
Si Trump es coherente con sus anuncios y acciones en otros conflictos geopolíticos, no actuará de manera contundente contra el régimen venezolano y solo se limitará a mantener las ya conocidas e ineficientes sanciones.
México y Brasil están en el barco con Petro. Todos son afines al chavismo y saben que la supervivencia política de los comunistas en ese país, como en Cuba, es crucial para el proyecto continental de la izquierda latinoamericana.
Es preocupante que el autoritarismo se "normalice" y se expanda, máxime si tenemos en cuenta que el destino político de este continente jugará un papel crucial en el contexto internacional. Tanto Estados Unidos como Europa han descuidado y abandonado la lucha por la democracia en este hemisferio, permitiendo un avance sin precedentes de China, Rusia e Irán en términos económicos y militares.
Queda la esperanza de que Marco Rubio logre avanzar en una agenda democrática para América Latina, lo cual será un reto si entendemos que la resolución de la guerra en Ucrania y el conflicto en Israel son inevitablemente prioritarios para evitar una catástrofe mundial.
Sin lugar a dudas, la coyuntura es favorable para los tiranos como Maduro y para quienes buscan ser como él. Nadie está realmente en la tarea de tumbar a nadie o de impedir que un nuevo proyecto tiránico se consolide, lo que permite que los autoritarios avancen en sus planes y que el escenario de libertad en Venezuela sea cada vez más lejano.
En 2026, quien sea el próximo presidente o presidenta de Colombia (si hay elecciones) deberá tomar acciones drásticas que lleven, eventualmente, al derrocamiento, sea diplomático o coercitivo, del chavismo en Venezuela.
Con la infinidad de dificultades que enfrenta Colombia, para algunos sonará como un despropósito sumarle la tarea de derrocar a Maduro. Sin embargo, debemos entender que, para obtener la paz, generar prosperidad en la región y proteger la democracia en Colombia, Venezuela debe ser libre.