La oposición picó el anzuelo

Si la oposición no redefine pronto su estrategia, se mantendrá como un actor marginal del escenario político.


Juan Carlos Bolívar
mayo 13 de 2025
05:56 p. m.
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Han pasado tres años desde la elección de Gustavo Petro y la oposición nunca entendió nada. El mejor refugio que ha encontrado la incompetencia del presidente ha sido la ingenuidad de una oposición dividida, encerrada entre sus preconcepciones del país y la subestimación de un dirigente nacional que es, ante todo, un agitador empedernido.

Siendo honestos, no hacía falta ser adivino para prever que el gobierno de Petro iba a ser un fracaso guiado por la retórica, la improvisación, la incapacidad técnica y los escándalos. En otras palabras: Petro se iba a caer solo. Pero la oposición, cegada por su arrogancia, nunca se tomó el trabajo de unirse para enfrentar a este gobierno. Por el contrario, su fragmentación dejó en evidencia su incapacidad para entender el momento político del país.

En ausencia de un mensaje claro que vaya más allá del simple "Fuera Petro", no han logrado ofrecer a la ciudadanía una visión de país que logre cohesionar. Su división la ha convertido en una oposición meramente reactiva, donde el Gobierno Nacional los manipula con facilidad, imponiendo la agenda pública y llevándolos a discutir lo que le conviene. Dependientes de los escándalos semanales que lanza el Ejecutivo como carnada, la oposición ha perdido toda iniciativa.

Le dieron a Petro su momento Ordóñez. Esa excusa que siempre ha utilizado como salvavidas para instalarse en el papel de víctima, de rebelde con causa que lucha contra un sistema corrupto. Ese ha sido su lugar seguro durante años, la plataforma que explota con destreza para venderse ante la opinión pública. Ya lo vimos en la Alcaldía, tras la disputa con el entonces procurador Alejandro Ordóñez: convirtió una crisis política en una cruzada personal y maquilló con ello su mala gestión distrital.

Su momento Ordóñez más reciente fue el archivo de la Reforma Laboral en la Comisión Séptima del Senado. La torpeza en el debate legislativo le dio al presidente la excusa perfecta para reforzar su narrativa de víctima y revolucionario. Un cálculo político tan pobre que le abrió paso a su propuesta de Consulta Popular: una jugada en la que Petro gana con cara y con sello.

Hoy, el tablero político es otro: estamos a un año de las elecciones legislativas y presidenciales. Petro juega de local, conoce bien la arena electoral y tiene la maquinaria estatal a su favor. Su gobierno se está reorganizando y la izquierda, al menos en apariencia, luce unida. Mientras tanto, la oposición sigue cayendo en cada provocación que le lanza el presidente, y su falta de estrategia le da oxígeno al mismo proyecto que dice combatir.

Si la oposición no redefine pronto su estrategia, se mantendrá como un actor marginal del escenario político. Petro, a pesar de sus múltiples errores, ha logrado mantenerse vigente no por su capacidad de gobierno, sino por la incapacidad de sus opositores. En política no basta con indignarse; se necesita inteligencia, visión y cohesión. Y hasta ahora, la oposición ha sido más hábil para reaccionar que para liderar.

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