Cuando me quite estos kilos de más
La belleza de conocer nuestras mentes, radica en que encontremos el rincón de la sensatez.
04:04 p. m.
En teoría, debería ser más delgada. Trabajo en televisión; lo que han escuchado toda la vida de que aumenta unos kilitos, es cierto.
Y si revisamos el estándar, la delgadez ha marcado los cuerpos de quienes aparecen en la pantalla.
No está mal ser delgada, ni mucho menos. Pero tampoco está mal ser tú, ser yo. Así que el estereotipo, disfrazado de teoría, se puede ir al carajo.
En el año 2017 me fijé por primera vez en mi cuerpo. De otra forma. Fui consciente de que no era lo que ”debería”. Lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Estaba en vestido de baño en una audición de reinado y hablaban de mí, de él, como si no estuviéramos presentes.
De ahí en adelante la historia de nuestra relación se sigue escribiendo. No les puedo mentir y contarles un final cursi y feliz. Hace un tiempo ya que abrí los ojos y entendí que el camino del bienestar no tiene meta. Una vez empiezas a trabajar en ti, no debes desesperar por el resultado. Después de mucho trasegar, un día simplemente sientes que no respondes como antes a lo que dolía, duele menos o duele diferente.
Apenas hace un par de años conocí el concepto de dismorfia corporal y eso lo cambió todo. No de tajo, pero sí fue haciendo lo suyo el tener un poco más de conocimiento.
En un principio me negaba a tenerla. No, lo mío no era un problema imaginario. Este cuerpo que tengo es simplemente repugnante, no le des paños de agua tibia a tu mente. Pero, ahí está. Eso es la dismorfia.
Es la obsesión con defectos tan puntuales, que la mayoría de las veces son inexistentes, pero uno cree que nadie puede ver más allá de ellos. Que todo lo que es está manchado por piel flácida, manchas, acné, una papada o unas piernas gruesas.
Así como en la peor tusa, te levantas en las mañanas y lo primero que recuerdas es lo mal que te ves y lo infeliz que te hace.
Pero cuando les digo que uno aprende a lidiar diferente con el dolor, es porque crea voces capaces de sonar más alto que las demoledoras. Hoy, ante una sensación de desagrado y crítica a mi cuerpo, soy capaz de preguntarme por qué habrá surgido; le bajo el volumen. Con compasión le digo que tranquila, que se acuerde de que no es verdad y que ahorita se nos pasa. A esa voz de mi mente que cree que lo único que marcará nuestro camino es el tamaño del cuerpo que tenemos, le hablo con ternura, la entiendo, le explico lo que somos más allá de eso y cuánto nos valoramos y respetamos. Es una vieja conocida que sé incluso, a veces, cuándo seguro pasará a saludar.
La belleza de conocer nuestras mentes, radica en que encontremos el rincón de la sensatez. ¿Quién de todas ustedes, que me habla, es la que quiere lo mejor para mí? Adelante, tu comandas al resto.