Pepe Mujica, el expresidente que eligió la libertad por encima del poder
Él fue muchas cosas: guerrillero, preso político, agricultor, senador, presidente y un soñador de la libertad.
Noticias RCN
02:31 p. m.
A José Mujica no se le recuerda por discursos grandilocuentes, ni por trajes caros, ni por haber vivido encerrado entre muros presidenciales. Se le recuerda por su perro tuerto, por su Volkswagen azul, por su casa llena de tierra y flores, por hablar en Naciones Unidas como si estuviera en una plaza, y por no tragarse el cuento de que ser presidente es volverse importante.
Pepe Mujica fue muchas cosas: guerrillero, preso político, agricultor, senador, presidente y, por encima de todo, un tipo que decidió que la libertad valía más que cualquier cargo.
El presidente que vivía en una chacra
Mientras otros mandatarios estrenaban trajes y casas, Mujica vivía con Lucía, su compañera de toda la vida, en una chacra en Rincón del Cerro, en las afueras de Montevideo. Allí cultivaba flores, atendía a los periodistas en la entrada, y andaba en su viejo escarabajo como quien va a hacer mercado.
—Dicen que soy pobre. ¡No! Pobres son los que necesitan mucho —decía con una lucidez que desarmaba a cualquiera.
Donaba el 90% de su sueldo, tenía apenas dos policías como escolta, y era más común verlo repartir volantes o almorzar en una fonda que posar en cumbres internacionales.
Pero su mayor acto de rebeldía no fue haber estado preso 13 años durante la dictadura, sino resistirse a las trampas del poder.
El filósofo accidental
Mujica hablaba como piensan los abuelos sabios: sin rodeos. En vez de cifras, soltaba verdades; en lugar de promesas, hacía preguntas.
En la ONU o en la BBC, su mensaje era el mismo: “Cuando compras algo, no lo pagás con plata. Lo pagás con el tiempo de tu vida”.
En un mundo obsesionado con el éxito, Mujica habló del tiempo libre como un derecho humano. En plena era del consumo, él predicaba vivir liviano.
No necesitó gritar para hacerse escuchar. Fue disruptivo siendo humilde, radical siendo sencillo.
El rebelde con causa
En los años 60, fue uno de los fundadores del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Participó en secuestros, repartos simbólicos de comida y fue encarcelado durante la dictadura. Salió de la cárcel después de más de una década y no pidió revancha, sino caminos.
Nunca escondió su pasado, pero tampoco vivió atado a él. Lo transformó en lección.
Como presidente de Uruguay (2010-2015), promovió leyes progresistas que pusieron a su país en el mapa del mundo: la legalización del aborto, del matrimonio igualitario, la regulación del cannabis. Uruguay era pequeño, pero pensaba en grande.
El último romántico de la política
En tiempos de selfies y campañas de marketing, Mujica fue un presidente sin filtro. Parecía salido de otro siglo y, sin embargo, hablaba como si conociera el futuro.
Su legado no cabe en una biografía oficial. Está en cada joven que quiere cambiar el mundo sin dejarse comprar. En cada político que aún cree en la coherencia. En cada persona que decide vivir más con menos.
Pepe no quiso ser héroe, pero terminó siéndolo. A su manera: con las manos sucias de tierra, la camisa arrugada y la conciencia limpia.
No fue el presidente más pobre del mundo. Fue, tal vez, el más libre.