La empresa, motor de equidad de género
A mayor participación de la mujer en la economía, más crecimiento, más productividad y más oportunidades de desarrollo.
07:56 a. m.
El 8 de marzo, más allá de una conmemoración internacional, es una poderosa invitación a seguir construyendo un mejor presente y futuro para toda la sociedad. Es una conversación y un llamado a la acción para hombres y mujeres. Por ello, esta fecha no solo nos brinda la oportunidad de reconocer el trabajo y liderazgo de las mujeres en la transformación y el desarrollo social, sino que también representa un momento ideal para hacer un balance alrededor de cómo estamos avanzando en la mayor incorporación de la mujer en la economía. Aunque hemos logrado mucho, aún tenemos numerosos retos por delante, pues como bien lo dijo el ex Secretario de Naciones Unidos, Kofi Annan, ‘la igualdad de género, más que un objetivo en sí mismo, es una condición previa para afrontar el reto de reducir la pobreza’. Lo cual solo es posible a partir de la generación de más riqueza.
Con una población mundial mayoritariamente femenina, con mayores niveles de formación, tendencia reflejada de igual manera a nivel país, es imperante pasar la página de la antigua visión según la cual las políticas de equidad de género eran concebidas como estrategias encaminadas a beneficiar a un público específico y minoritario, y ver en ellas su enorme potencial para generar un mayor bienestar colectivo, partiendo de la idea de que a mayor participación de la mujer en la economía, más crecimiento, más productividad, más prosperidad y, sobre todo, más oportunidades de desarrollo.
Bajo ese entendido, la equidad de género debe ser vista como un objetivo para afrontar el reto de reducir la pobreza y generar más oportunidades económicas. Está ampliamente demostrado que una mayor inclusión de las mujeres en la economía impulsa la creación de capital, tanto económico como social. Por ejemplo, según el Banco Mundial, en la pasada década un incremento de la participación laboral de la mujer en un 15% explicó el 30% de la reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe.
En Colombia, el 45% de los hogares tienen jefatura femenina, es decir, las mujeres son las principales aportantes económicas. Esto refleja su papel crucial en la creación de valor y tejido social, por lo cual se requiere una decidida acción para generar más y mejores fuentes de ingresos para ellas. Este argumento toma mucha más fuerza cuando se observa que en el mercado laboral de cada cuatro mujeres en edad de trabajar, solamente una tiene empleo formal. De tal manera que mantener empleo femenino y avanzar en su formalidad es determinante para sacar a más familias de la pobreza, promoviendo así la equidad y contribuyendo a la transformación social y económica de su comunidad. Esta acción solo es posible gracias a la existencia de un ecosistema empresarial robusto que genere estas oportunidades.
Gracias al liderazgo del Consejo Privado de Competitividad y la Universidad del Rosario, Colombia cuenta hoy con un Índice de Equidad de Género (IEG), una herramienta con un propósito claro: medir nuestro progreso para, a partir de esos datos, trabajar en el cierre de brechas entre hombres y mujeres. La primera medición, revelada esta semana, muestra que Bogotá lidera en equidad de género con un puntaje de 7,16 sobre 10, seguida por Atlántico y Cundinamarca. En contraste, Guaviare, con un puntaje de 3,07, presenta el desempeño más bajo, junto con Amazonas y Vichada.
Estos resultados coinciden estrechamente con los de la medición de reducción de la pobreza, ya que las regiones con menor nivel de pobreza son también las que tienen mayores índices de equidad, y viceversa. Esto indica claramente un denominador común: el número de empresas en esas regiones. A mayor número de estas, menor pobreza y mayor equidad. Una tesis tan simple como poderosa.
Esa es precisamente la correlación que desde ProBoyacá hemos impulsado como nuestra principal bandera: más empresas, más riqueza, más oportunidades para la gente y, en este caso, una mayor equidad de género. Por eso, la empresa, como motor de equidad, es fundamental para generar un entorno donde la inclusión para mujeres y hombres sean una realidad, contribuyendo al crecimiento económico y social de las regiones y del país.