50 millones de Yaneth

El paro fue un fracaso, de eso no hay duda. Pero es inconcebible que menos de 300 manifestantes “jodan” a más de dos millones de personas que salieron a trabajar o estudiar. Me quedo con tanto trabajador valiente que sacó corriendo a encapuchados, como Yaneth, una vendedora de empanadas que solo quería trabajar. Estoy seguro de que ella representa el sentir de una amplia mayoría del país, que está cansada de la violencia para imponer ideas.

Resulta vergonzoso que el presidente de la CUT, Fabio Arias, salga descaradamente a confesar públicamente que bloquear TransMilenio era parte de la estrategia del fracasado paro, que, entre otras cosas, debe quedar muy claro que sí promovió el Gobierno nacional. Hace bien la Alcaldía de Bogotá en denunciarlo; ojalá la justicia siente un precedente para que esta historia no se repita más.

Casi nadie salió a la Plaza de Bolívar a apoyar manifestaciones que —insisto— promovieron el Gobierno junto a sindicatos, supuestamente en favor de la consulta popular que ya se hundió una vez en el Congreso. Convocatoria que, además, es complejísima de entender, cuando ahí avanza el proyecto de ley de reforma laboral del mismo Gobierno en el Senado. Pero bueno, enfoquémonos en lo que pasó el miércoles, especialmente en Bogotá.

Las imágenes de la Plaza de Bolívar son más que contundentes: estaba vacía. Lo que sí les funciona —porque saben que no se necesita mayor esfuerzo— es bloquear las vías. Al menos siete bloqueos en la Calle 80, Usme, Suba y el Portal Américas, entre otros. En cada uno de ellos eran contadas con los dedos de las manos las personas que impedían el paso de TransMilenio y de todos los sistemas de transporte en plena hora pico. Los buses rojos no tuvieron más remedio que abrir las puertas, mientras que la gente empezaba a sufrir un calvario que se volvió habitual: caminar kilómetros para llegar a su destino.

Lo más paradójico es que quienes terminaron más afectados fueron los trabajadores, que dicen defender. Ojalá la justicia haga lo suyo, pero creo firmemente que hay un sentimiento generalizado de fastidio, de cansancio, de desespero y de intolerancia con quienes, por medios violentos, quieren imponer sus ideas. Todos vimos el video viral de la señora Yaneth: literalmente, ella sola fue capaz de desbloquear la vía que tapaban encapuchados en Usaquén.

No fue el único caso. En Suba, trabajadores lograron abrir la vía; gritaban “¡dejen trabajar!”. Y en Popayán, Estella salió a defender el CAI que encapuchados estaban atacando. La comunidad la apoyó y a los vándalos los sacaron corriendo. Decía el ministro de Defensa que ojalá así fueran los 50 millones de colombianos. No lo dude, ministro: así piensa una gran parte de Colombia.

Y esto no es una invitación a responder violencia con más violencia, pero solo este año van 60 bloqueos en Bogotá. Que sepan que ya no aguantamos más, y que un amplio sector de la sociedad rechaza y condena esas acciones.

Mientras tanto, los autores impunes, campantes. Saben que no pasa nada, que si la ley contempla penalizar los bloqueos, pues la autoridad no se aplica. Ojalá el caso del señor Arias siente un precedente para quienes creen que pueden hacer lo que se les da la gana.