¿En verdad estamos tan polarizados?
En lugar de estar condenados a la polarización, el deber ciudadano en estos tiempos es condenar la polarización.
11:23 a. m.
Hoy tenemos la obligación y la responsabilidad ciudadana de ser más escépticos frente a todos los discursos y narrativas que han querido incrustarse en la opinión pública a través de redes sociales, medios de comunicación y algunas réplicas en la calle. Uno de esos mensajes que ha venido posicionándose con más fuerza está relacionado con la polarización. Al respecto, surge la pregunta que le da título a esta columna de opinión: ¿En verdad estamos tan polarizados?
Hace unas semanas, el día que falleció Pepe Mujica, escuché su respuesta cuando Alejandro Gaviria, siendo rector de la Universidad de los Andes, le preguntó por la situación de polarización en los países de la región y del mundo. Su respuesta le dio forma a esa lucha interna que he tenido contra quienes promueven y se alimentan de la fragmentación de la sociedad. Mujica señaló lo siguiente:
“La unidad es un instrumento para ser fuerte y hacer transformaciones importantes, pero empiecen por trabajar en conjunto por las cosas que estén de acuerdo, y luego de trabajar en las cosas que estén de acuerdo irán viendo con el tiempo que los desacuerdos no son tan importantes”.
Debo confesar —y lo manifiesto en este espacio— que hacía tiempo no conectaba tanto con una postura como esa. Le doy toda la razón a don Pepe: es una frase veraz que refleja que, si somos capaces de enfocarnos primero en todo aquello que nos une como sociedad, nos daremos cuenta de que, en realidad, no son tantas las cosas que nos dividen.
Esto suena más sencillo de lo que realmente es, de acuerdo. Pero el nivel de dificultad para enfrentar la polarización radica en esa capacidad de convencimiento que tenemos para promover un discurso de unidad, en un escenario donde lo más taquillero es ser incendiario y promover discursos de odio. Por ejemplo, las narrativas del petrismo y el uribismo se nutren y buscan crecer estableciendo “otredades”, donde importa más lo que nos diferencia y menos lo que nos une con las personas de nuestro barrio, ciudad, departamento y país.
¿Cómo carajos enfrentar tanta polarización? La respuesta a esta pregunta reúne tres componentes que se deben entrelazar: optimismo, escepticismo y liderazgo.
Optimismo, para creer que Colombia tiene futuro y es capaz de anteponerse a tantos discursos falaces de odio, mentiras y engaños. Escepticismo, para no caer en el discurso simplista que señala que hay diferencias irreconciliables y que el mundo se reduce a blanco o negro, sin espacio para los grises.
Y liderazgo, no como un lugar común, sino como un compromiso ciudadano para alzar la voz; esta vez no para dividir, sino para demostrar que la capacidad de unión es más grande que la sed de polarizar que tienen esos extremos sectarios que no permiten al país avanzar.
Después de leer esta columna, sé que muchos seguirán dudando sobre esa capacidad de unirnos, puesto que entre tanta polarización es difícil cambiar el chip de inmediato. Pero seamos conscientes de que, si queremos que las cosas mejoren en el país, nunca será por medio de un político con delirios mesiánicos, sino por esa agencialidad que tenemos como individuos que conviven en una sociedad y que pueden, poco a poco, transformarla para bien.
En lugar de estar condenados a la polarización, el deber ciudadano en estos tiempo es condenar la polarización.