El país paralelo
Que el Ejecutivo ejecute y el Congreso legisle, ese es el escenario en que se mueven las democracias sólidas.
10:14 a. m.
Si nos atuviéramos a los hechos de los últimos días, solo de los últimos días, cualquiera diría que vivimos en dos países distintos. Y es que es inevitable creer que tenemos dos realidades paralelas y, con desespero, vemos que son imposibles de conectar.
¿Cómo entender a un gobierno que se lanzó, sin sonrojarse, a una campaña presidencial adelantada, escudado en la disculpa de los derechos de los trabajadores, cuando ya el Congreso revivió la reforma laboral y, además, la discute juiciosamente en la comisión cuarta del Senado? Sin embargo, Petro, embriagado de poder y decidido a defender el fracasado proyecto del cambio, sube a las tarimas a hacer lo que mejor sabe hacer: "echar carreta" sobre lo divino y lo humano, no sin antes llevarse de por medio la dignidad de sus contradictores a punta de insultos y amenazas.
Empuja a sus seguidores a la confrontación, que es el escenario donde se siente fuerte, y deja de lado sus responsabilidades como gobernante. Léase bien: después de casi tres años en el poder, Petro sigue dedicado a “discursear” y los temas clave para el país permanecen engavetados, víctimas del desprecio del mandatario y la ineficiencia de los ministros.
Que el Ejecutivo ejecute y el Congreso legisle, ese es el escenario en que se mueven las democracias sólidas. Acá quieren revolverlo todo, porque así creen que nos olvidaremos de la ineptitud del gobierno, de los escándalos de corrupción que lo rodean y de la agresividad con la que pretenden amedrentar a quienes se oponen a esta particular manera de entender el poder.
Es que resulta imposible desconocer que mientras divagan sobre cualquier cosa y amenazan a la mayoría del país con "echarle al pueblo encima", la verdad verdadera, la que vemos todos atónitos e indignados cada día, está ahí, recordándonos que este gobierno fracasó y que hay otro país que, increíblemente, el mandatario pretende desconocer, pero con el paso de los días es cada vez más difícil que pueda hacerse el de la "vista gorda".
Ese país es, por ejemplo, el de los escándalos de corrupción. Hace apenas unos días, la Fiscalía le imputó cargos por peculado por apropiación a favor de terceros, cohecho y lavado de activos a Carlos Ramón González, la mano derecha del presidente Petro. Eso sin contar que Sandra Liliana Ortiz, la exconsejera Presidencial para las Regiones, está detenida por el mismo escándalo: el de la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo.
El mismo país que ve cómo los ministros del gabinete se atacan sin medir palabra. Es, por lo menos, exótico que, en un gobierno, el ministro del Interior y la canciller intercambien mensajes en X, sugiriendo cosas, insinuando otras, dejando en evidencia la animadversión que sienten mutuamente.
Ese país, atónito, en manos de los delincuentes que se apoderan de regiones enteras, con la extorsión rampante y soldados y militares muriendo, víctimas de un macabro ‘plan pistola’, y, como espectadores, unas Fuerzas Armadas maniatadas por la falta de presupuesto y decretos inexplicables que les impiden actuar.
El otro país que lloró el secuestro de Lyan y fue testigo de la indiferencia del mismísimo presidente, que, apenas 18 días después, escribió un mensaje destemplado que llegó tarde.
Ese país que ve desmoronarse al ICETEX y COLFUTURO, y con ellos los sueños de miles de jóvenes que antes podían ingresar a estudiar a una universidad. El que perdió el programa de Mi Casa Ya, el sistema de salud y, ni hablar, de la fallida transición energética que nos está dejando sin los recursos de los combustibles fósiles y también sin proyectos de energías limpias. O sea, en ceros.
Si genuinamente "el pueblo" le interesara a Petro, estas cosas no pasarían.
Es inaceptable que el propio jefe de Estado llame a paralizar el país y sumirlo en el caos y la violencia, en lugar de cumplir su misión constitucional de gobernar para todos y ejecutar políticas públicas que signifiquen empujar hacia adelante y no hacia el abismo.
Al gobierno solo le sirve la tribuna para azuzar a unos pocos contra los demás. El mesianismo es muy dañino, solo sirve para justificar los mensajes en X de los insufribles fanáticos, pero no más que eso. El país de verdad, ese país paralelo al del delirio del mandatario de turno, es el que va a prevalecer, el que demostrará que se necesita más que una tribuna de áulicos, adornada por la hoz y el martillo, para destruir la democracia, nuestra imperfecta, pero querida democracia.